La dimensión hermeneútico-comunicativa como una competencia a desarrollar para el área de filosofía.
Por: Roberto Carlos Aguilar Romero.
Resumen: Se resalta el carácter interpretativo-comunicacional de la filosofía, como una disciplina que permite interpretar histórica, social, cultural y epistemológicamente el contexto a partir de la relación holística de los diversos elementos que confluyen en este, para desarrollar así las competencias interpretativas, comunicativas y propositivas de la filosofía no sólo para lo laboral sino para su formación en general.
Los cambios que caracterizan a la cultura actual específicamente los que tienen que ver con los desarrollos de la informática y el auge de los medios masivos de comunicación, han generado nuevas formas de concebir el conocimiento, el hombre y la sociedad, las cuales exigen pensar en la incidencia que han tenido en el campo de la educación y la evaluación. Los avances permanentes en las disciplinas del conocimiento, propios de la dinámica actual en la producción del saber, el flujo constante de información que convierte a la cultura en red de significaciones emanadas del contexto educativo nacional que propone la evaluación por competencias propuesta en la RIEMS.
La reflexión sobre las competencias enmarcada en estos nuevos lineamientos educativos, trasciende el campo exclusivo de la evaluación y del aprendizaje centrado en el desarrollo cognitivo, al destacar la importancia de las competencias en el contexto de la escuela, la sociedad y la cultura. Sobre todo en el objetivo de enmarcar estas competencias en una “formación para el trabajo” se hace necesario revisar cuáles de estas competencias disciplinares pueden crear mejores destrezas para que los individuos participen en la actividad productiva. En este sentido, la evaluación por competencias subraya la pertinencia de formar ciudadanos capaces de interactuar en estos contextos sociales, culturales y económicos.
Un posible marco para aplicar a la filosofía en este espacio de las competencias, desde mi punto de vista, sería partir de la concepción generalizada de pensar a las ciencias sociales y humanidades –entre ellas a la filosofía- como ciencias de la comprensión cuyo carácter hermenéutico se constituye como la base de toda construcción de sentido y, al mismo tiempo como la posibilidad de dar razones de las construcciones teóricas y de los procesos llevados a cabo por el hombre en las relaciones establecidas por él en cada época y en cada contexto. Se trata de acceder a la interpretación de los acontecimientos que constituyen la vida en sociedad, dentro de contextos culturales específicos, pues en ellos se dan los problemas sociales y epistemológicos en su auténtico significado.
En esta concepción de las ciencias sociales y humanas, la realidad social está constituida por las interacciones que el hombre realiza con el contexto –natural o social-. Estas interacciones van configurando sentidos acerca del ser y del quehacer humano y hacen que el hombre, a partir de su participación social, establezca relaciones intersubjetivas que expresan el modo particular de asumirse en su contexto. Por este motivo, las humanidades y en particular la filosofía y sus competencias, podrían centrar su reflexión teórica, por un lado en los modos como se desarrolla la contextualización de los saberes y, por otro lado, haciendo explícitas las distintas formas como el hombre se aproxima al mundo y a los demás en su proceso de configuración de sentidos.
El énfasis otorgado por la filosofía a la comprensión y a la comunicación permite que se resalte su carácter formativo en la capacidad de discusión, ya que la interpretación que realiza de los contextos sociales a partir de la interacción, se desarrolla mediante el diálogo entre los saberes, los contextos específicos y, en general, entre los diversos sentidos que circulan en la vida social. Este diálogo supone un proceso argumentativo que permite al hombre participar en la construcción de la sociedad.
El cambio en la concepción y el sentido de la filosofía implica una visión distinta de la evaluación que tienda a privilegiar la formación de ciudadanos que posean una competencia comunicativa que les permita superar situaciones de exclusión e interactuar satisfactoriamente en la complejidad de la situación social. La reflexión y la importancia asignadas a la competencia surgen así en el contexto de las sociedades contemporáneas, donde el excesivo flujo de información y del lenguaje simbólico, exigen el dominio de la interpretación y de la crítica para la comprensión y generación de nuevos discursos.
En este contexto se podría inscribir la propuesta evaluativa del área de filosofía centrada en competencias, entendiendo por éstas aquellas acciones que realiza el estudiante en contextos disciplinares específicos. Las acciones desarrolladas se actualizan en diversos contextos, pues son ellos quienes posibilitan el despliegue de una competencia.
Por ello, hablar de una evaluación por competencias implica una evaluación de los contextos disciplinares, esto es, de saberes de referencia y de las formas de producción del saber en cada una de las disciplinas. Se busca, entonces, destacar la íntima relación entre competencias y contextos disciplinares.
Los criterios o dimensiones básicas con los cuales se evalúa son las competencias actualizadas en los ámbitos propios de cada contexto disciplinar, delimitados o enmarcados en problemas y en situaciones específicos, teniendo en cuenta que son las ciencias sociales y en especial la filosofía las llamadas a contextualizar los saberes y a explicitar el sentido propositivo de las diversas formas de argumentar propias de las distintas culturas, en espacios y en tiempos diferentes.
Continuando con el hilo conductor de la argumentación (es decir resaltando el carácter hermeneútico-comunicativo que tiene la filosofía) Pienso que las competencias en el área de filosofía, se pueden asumir desde las perspectivas interpretativa, argumentativa y propositiva, teniendo en cuenta que no corresponden a la idea de una jerarquía establecida donde sea posible pensar que sus actos constituyen momentos o niveles definidos en el proceso de comprensión-interpretación de una situación o de un problema particular.
Los actos de interpretar, argumentar y proponer, en tanto expresiones de una misma realidad comunicativa, se dan de manera simultánea y dinámica en las diversas experiencias de interacción con la realidad. Así, el acto de interpretar, en tanto fundado en el fenómeno de la comprensión, lleva implícito el establecimiento de un diálogo de razones con los sentidos que circulan en el texto o en cualquier situación comunicativa.
La competencia interpretativa hace referencia a los actos que un sujeto realiza con el propósito de comprender lo planteado o dicho en un texto o en una situación específica. La interpretación participa en la construcción del sentido, por ser una acción contextualizada, donde las relaciones de significación que lo estructuran, y que pone en función el intérprete, determinan el modo de su comprensión. De esta manera, para comprender o interpretar se hacen en un mismo momento que vincula y confronta los aspectos significativos que están en juego en las situaciones, en los textos y en los contextos. Al interpretar, el sujeto pone de manifiesto el modo como ha asumido el hábito de actuar según su contexto y sus vivencias particulares, a partir de las cuales plantea y presenta los sentidos o significados reconocidos en los textos y en los contextos específicos.
La competencia argumentativa consiste en transmitir de forma clara (ya sea oral, escrita o visual) las razones y motivos que dan cuenta del sentido de una situación, un texto o un contexto específico. La competencia argumentativa no sólo debe ser entendida como aquella acción propia del diálogo personal, de la relación intersubjetiva, donde el otro puede explicitar su punto de vista en una relación directa y ser escuchado y valorado, sino que la argumentación es una acción contextualizada que busca dar explicación de las ideas que dan sentido a una situación o que articulan un texto. En tal caso, el estudiante no argumenta desde un discurso “personal” previamente definido que desconozca la dinámica de la interacción con los contextos en donde tal argumentación adquiere sentido.
En la competencia propositiva, las acciones se pueden caracterizar por plantear una opción o alternativa frente al problema tratado en la pregunta. En este caso la competencia no se define únicamente por la apropiación de los sentidos y las razones que articulan los planteamientos en torno a los problemas específicos de la filosofía u otros problemas sociales y epistemológicos. En la medida en que se le exige al estudiante en la pregunta proponer una alternativa de solución, la acción que realiza se constituye en la enunciación de un nuevo sentido o significado. Así, las acciones propositivas se caracterizan por ser acciones de confrontación y refutación frente a las concepciones que las ciencias naturales y las humanidades han elaborado en los distintos momentos de la historia de la humanidad. Es importante señalar que evaluar en filosofía las opciones o alternativas ofrecidas por el estudiante frente a un problema particular no significa evaluar su opinión personal, ya que la validez de la solución que plantea el estudiante depende de las posibilidades de interpretación y argumentación que exige el problema en cuestión.
La pregunta que se presenta ineludiblemente es ¿Cuáles serían en particular las herramientas que le permitirían a un estudiante de filosofía desarrollar las anteriores competencias? Sugiero que las siguientes:
Sólo como orden de exposición, en primer lugar sería la rigurosidad conceptual, entendiendo por ésta, la comprensión de los presupuestos, categorías y concepciones fundamentales que maneja un autor, una corriente, una disciplina. La complejidad estaría en que estos contextos ponen en juego significaciones que exigen una comprensión más detallada, es decir, distinciones y relaciones más precisas del problema planteado. Se pueden trabajar, por ejemplo, a partir de la delimitación de un contexto específico, o la distinción y vínculos entre evolución y desarrollo, modernidad y modernización, etc.
Otro elemento sería la capacidad de articulación teórica, que consiste en el planteamiento de problemas que articulan los elementos centrales de una teoría. Las conexiones serían a partir de las conexiones diversas de un problema o situación para tratar de lograr una visión más completa de la situación. Tal planteamiento sería más complejo en la medida en que el estudiante observa un contexto que pone en circulación las categorías centrales que estructuran y dan sentido a una teoría o pensamiento.
Finalmente se puede conjuntar todo lo anterior con la articulación de saberes, entendiendo por esto la situación que puede hacer converger concepciones de diferentes perspectivas o marcos de referencia. La exigencia está en que el estudiante necesitará manejar y confrontar diferentes posiciones teóricas que sobre un mismo problema se han desarrollado en la disciplina.
Sólo queda aclarar que al igual que en el caso de las competencias anteriormente sugeridas, en este caso tampoco hay una jerarquía conceptual en los anteriores elementos. La rigurosidad conceptual, la articulación teórica y la articulación de saberes son, posibilidades de interacción entre los saberes no exigencias para su producción. La dinámica que se establece en la configuración de los contextos disciplinares, entendida básicamente como el sinnúmero de posibilidades de instaurar relaciones y vínculos de creación de sentido, hace imposible pensar que un criterio anteceda a otro como condición de su realización
En el caso de la evaluación, por tanto, las posibilidades de construcción de un nuevo sentido están limitadas por el contexto de significación ofrecido por la pregunta. El estudiante expresa las proposiciones o perspectivas de análisis que el texto le permite, de acuerdo con el horizonte de sentido que despliega su lectura. Lo que viene a distinguir a la actuación propositiva es la formulación o producción de un nuevo sentido, que no aparece en el texto sino que es expresado en los términos de la confrontación, la refutación, o como alternativa de solución.
Lo que se ha denominado ámbitos y contextos específicos de las ciencias sociales constituyen las gramáticas o el saber de cada una de las disciplinas. Se entienden por gramáticas los desarrollos teóricos, las reflexiones epistemológicas, las reglas de acción que articulan los conocimientos y, en general, todos aquellos elementos que hacen parte de la dinámica y producción del saber de las disciplinas. En este sentido, se afirma que las competencias se contextualizan en las gramáticas o en el saber de las disciplinas – en nuestro caso de la filosofía--, comprendiendo que se trata de un “saber hacer en contexto” y teniendo en cuenta que dichas competencias no implican niveles de apropiación del conocimiento, es decir que no existe un orden jerárquico entre ellas que permita afirmar que, por ejemplo, la acción de argumentar sea más compleja que la de interpretar.
Por ello, hablar de una formación en competencias implica un manejo e interacción con los contextos disciplinares, esto es, con los saberes de referencia y, de las formas de producción del saber en cada una de las disciplinas. Estas se comprenden como configuradas por campo de problemas denominados ámbitos, los cuales no son propiamente un simple instrumentos o mediación para explicar la realidad social, sino que, siendo producto de experiencias históricas y culturales determinadas, son parte esencial y constitutiva de esta misma realidad.
Por otro lado, se hace necesario aclarar que comprender otra cultura, otro grupo social, otra forma de vida, lo mismo que comprender otras opiniones y otros puntos de vista, no siempre significa estar de acuerdo con lo que se comprende. Es necesario comprender para poder afirmar si se está de acuerdo o en desacuerdo y para poder explicitar las razones que sustentan dicha afirmación como parte de la elaboración de toda crítica fundamentada.
Evaluar las expresiones de la competencia comunicativa, es decir, las acciones de interpretar, argumentar y proponer, en filosofía significa, de acuerdo a lo dicho, establecer posibilidades de diálogo e interacción con los problemas y concepciones fundamentales de los demás campos del saber, ya que el estudiante puede participar a través de la reconstrucción y recreación del saber producido en ellas. De este modo, el enfoque evaluativo de estas disciplinas busca privilegiar una concepción de las humanidades que concibe su saber como parte de un proceso de construcción permanente mediado por contextos sociales y culturales específicos. Los estudios sobre los acontecimientos históricos, la bioética, las teorías etc. No poseen formulaciones definitivas y por ello no se trata de repetir sus verdades sino de interactuar con ellas en un ejercicio de reflexión y construcción.
Para finalizar quisiera señalar que la evaluación de la filosofía como un saber-hacer en contexto puede implicar hacer explícitos los ámbitos específicos en que se han desarrollado los interrogantes y concepciones fundamentales de la filosofía. Son estos desarrollos los que definen el sentido, alcance y limitaciones de reflexiones en torno al ser del hombre, al conocimiento, a la sociedad, ala política, etc. La delimitación de estos ámbitos determina un enfoque o perspectiva filosófica que, en la medida en que no establece de antemano el sentido de la problemática estudiada, no puede entenderse como algo cerrado y definitivo. La dinámica del saber filosófico, expresada no sólo en su ser histórico y cultural sino en el cuestionamiento constante que le es propio, impide concebir los ámbitos como estructuras acabadas y aisladas.
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